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Cuando el clima perfecto deja de ser atractivo: una lección que la medicina olvidó

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 27 oct
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: hace 4 días

By: Javier Coindreau


Viví varios años en San Francisco. Clima ideal casi todos los días: 20 grados, brisa suave, sin lluvia, sin extremos. Un paraíso… al menos por un tiempo. Porque la mente humana hace normal lo extraordinario. Desde el dolor hasta haber ganado la lotería, desde un coche nuevo hasta el buen clima.

En Boston, en cambio, hay inviernos que muerden los huesos, semanas enteras de cielo gris, y lluvia que a veces parece no tener fin. Y, sin embargo, basta un solo día tibio y soleado con cielo azul y nubes delgadas para que la ciudad se transforme: los parques se llenan, la gente sonríe, los cafés abren sus terrazas. Hay celebración. Hay conciencia. Hay gratitud.

La abundancia anestesia. La escasez despierta. Económicamente es obvio: lo escaso tiene valor.Psicológicamente es más profundo: lo escaso despierta gratitud, lo abundante se normaliza y deja de ser importante, aburre y con el tiempo hasta se demanda como un derecho y no como un privilegio.

En esta analogía, el clima de San Francisco anestesia nuestra capacidad de maravillarnos, el deBoston entrena esa capacidad. El clima fluctuante nos hace apreciar los días soleados porque sin contraste, no hay conciencia de lo extraordinario. Y sin conciencia, no hay vida en plenitud.

 

La buena vida no se construye de comodidad constante: la muerte del propósito precede a la muerte del individuo.

Mark Seligman, padre de la Psicología Positiva, dice que una vida plena no surge del placer permanente, sino de conexión humana, esfuerzo con propósito y la experiencia de que lo difícil conduce a algo valioso. Esto lo han recalcado otros autores. Viktor Frankl en la teoría de la Logoterapia explica cómo el confort extremo lleva a “vacío existencial”. Maslow advierte que la “auto-actualización” no es automática, que la ausencia de retos crea aburrimiento y desesperación. Por otro lado, Aldous Huxley en Brave New World dice que una sociedadsaturada de placeres pierde profundidad, creatividad, amor, sacrificio y trascendencia.


Los experimentos de utopía de ratones del Dr. John B. Calhoun (1960–1970s). Calhoun creó una utopía para ratones: comida ilimitada, agua ilimitada, temperatura controlada, cero depredadores, cero enfermedades, amplio espacio para anidar ¿cuál fue el resultado? Al principio, la población creció y la estructura social se mantuvo “normal”. Pero una vez que las necesidades básicas estuvieron total y permanentemente satisfechas, los ratones dejaron de explorar, dejaron de reproducirse, dejaron de defender territorio, dejaron de cuidar adecuadamente a sus crías. Muchos se aislaron por completo, dedicándose obsesivamente a su propio aseo —Calhoun los llamó “Los Bellos” (The Beautiful Ones): buscaban el pelaje perfecto, pero con cero propósito (me recuerda a algunos Homo sapiens).

El experimento terminó en violencia, infanticidio, colapso social. Perdieron la voluntad de vivir —y toda la colonia se extinguió, a pesar de tener un entorno “perfecto”. Calhoun concluyó que “en todo organismo vivo, la muerte del propósito precede a la muerte del cuerpo.”


Y entonces ocurre el fenómeno que asombra a los médicos.

Muchos pacientes con enfermedades crónicas dicen algo que incomoda a nuestra cultura que idolatra el confort: “No deseo estar enfermo… pero agradezco lo que esta enfermedad me enseñó.”

En entrevistas con pacientes que sobrevivieron al cáncer, siempre me ha impresionado que, en la mayoría de los casos, el paciente tiene alguna forma de agradecimiento hacia el padecimiento. Ya sea porque por un tiempo al enfrentar la muerte revaloraron las cosas simples de la vida cotidiana, o porque fueron expuestos a casos más agresivos o a casos de niños con cáncer, el punto es que la mayoría de los pacientes al sobrevivir sienten gratitud no solo por sobrevivir, sino ¡a la enfermedad misma! Silvia, de 76 años que tuvo cáncer de mama a los 64 me dijo “el cáncer es un gran maestro, una vez que aceptas que lo tienes y que luchas contra él, en el proceso te enseña a vivir con sentido”. Hugo, que sobrevivió a cáncer de colon me dijo, “te das cuenta cuánta gente a tu alrededor que veías como una parte tácita de tu vida, se vuelven tu soporte de amor y ye hace sentir muy querido y valorado”. Y Rodrigo, que sobrevivió a un accidente automovilístico me dijo que los fisioterapeutas son héroes sin capa, porque con paciencia, compasión y disciplina te “enseñan nuevamente a vivir”.

En conclusión, la enfermedad nos enseña que de pronto importa el café caliente con un hijo, la caminata sin dolor, la plática por la mañana con la pareja, la risa con un amigo. Se desinflan las ambiciones desproporcionadas y banales. Regresa la capacidad de maravillarse y admirar lo quese entendía como cotidiano.


La Logoterapia enseña que el sufrimiento no sólo se tolera —puede dar sentido.

Viktor Frankl lo dijo con puntualidad: el ser humano puede encontrar sentido en si vida por tres medios 1) por lo que crea, 2) por lo que descubre y ama, o 3) por la actitud ante el sufrimiento inevitable. Esta última fuente de sentido de vida, el sufrimiento, lo experimentó después de haberlo escrito años antes, al sobrevivir a cuatro campos de concentración durante el Holocausto.

¿Qué dice exactamente Frankl sobre el sufrimiento? El sufrimiento no glorifica el dolor. Dice claramente que el sufrimiento sólo tiene sentido si es inevitable. Si puede evitarse con medios adecuados, tenemos la responsabilidad moral de hacerlo, pero cuando no puede evitarse, el ser humano aún es libre en algo fundamental: “Elegir la actitud con la que lo afronta.”

Esa libertad interior —incluso dentro del dolor— es lo que permite transformar el sufrimiento en testimonio, crecimiento y sentido. En Auschwitz, Frankl observó que quienes encontraban un para qué (una misión pendiente, una persona por quien luchar, un sentido por cumplir) tenían mayor fortaleza para resistir, incluso sin esperanza externa.

Esto se refleja en una de sus frases más citadas: “Al hombre se le puede arrebatar todo, excepto una cosa: la última de las libertades humanas —elegir su actitud ante cualquier circunstancia dada.” Y también: “Quien tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo” (citando a Nietzsche).

 

La historia de Maura y cómo se refleja en la Medicina moderna.

Maura, de 52 años, vive con artritis reumatoide severa. Al entrevistarla me decía que durante años peleó contra su cuerpo como si fuera un enemigo. Hasta que —agotada— cambió la pregunta.

De “¿por qué a mí?” pasó a “¿qué sí depende de mí hoy, aunque duela?”. Hoy no corre maratones. Pero camina despacio por el parque con su hija. Ya no busca impresionar, busca estar presente. Dice que, paradójicamente, vive mejor ahora que antes de enfermarse.

Su frase al final de la entrevista final, cuando le preguntamos si “extrañaba su vida anterior” fue esta: “La vida anterior tenía menos dolor… pero también tenía menos alma.”

Y quizá eso es lo que hemos olvidado en la medicina moderna, no estamos llamados a eliminar toda incomodidad, lo cual a veces es imposible y en el esfuerzo de lograrlo el médico puede causar más daño, sino a ayudar a los pacientes a atravesar dicha incomodidad con sentido.Porque una vida perfectamente cómoda —como un clima eternamente perfecto— no eleva la existencia. La adormece.

El avance de la medicina nos hace ver a la enfermedad como el centro del tratamiento, en lugar de ver a la vida del paciente como dicho centro. En estudios clínicos se evalúan indicadores de control de enfermedad, marcadores de control de crecimiento de tumor, inflamación, indicadores de diabetes, etc y rara vez se incluyen proporcionalmente en los estudios clínicos factores relacionados al bienestar del paciente, mucho menos su desempeño en la vida.

Este enfoque hacia la patología y no hacia la humanidad completa de la persona impide que el paciente sea visto por el médico como un entre bio-psico-social propuesto por médico internista estadounidense George Engel en 1977.

Así, si unimos la visión del humano en planitud de Engel y la capacidad humana de encontrar sentido en el sufrimiento inevitable de Frankl, en médico tiene la oportunidad de guiar a su paciente en el proceso de encontrar sentido de vida, propósito y trascendencia mientras atraviesa por cualquier padecimiento.


 


 
 
 

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